Durante los años setenta y ochenta del pasado siglo,
principalmente a consecuencia del continuo incremento del precio de las
entradas, en entre otros motivos, las salas de proyección españolas vieron
disminuidos sus ingresos debido al espaldarazo que sufrió el cine por parte del
público, que empezó a tener otras cosas mejores que hacer con el mismo o menos
dinero para pasar la tarde.
Hoy más de treinta años después y pese a que las
alternativas siguen aumentando, no es precisamente la diversidad de nuevas formas
de entretenimiento existentes lo que merma el número de espectadores en las
salas, incomprensiblemente continua siendo su elevado coste. Desde el año 2001
no ha dejado de bajar el número de asistentes al cine y se han
perdido en esta última década alrededor de 40 millones de espectadores.
Un estudio de la consultora Media Salles de 2006
demostró que Italia, Portugal y España, aparentemente con las entradas de cine
mas baratas de la Unión
Europea, eran en realidad los países más caros en este
sentido, debido a aunque en otros se pague más por lo mismo, también es sustancialmente mayor el
salario percibido a final de mes por cada ciudadano o potencial espectador.
La subida de precios, por
encima de la inflación, como esta ocurriendo en España, ya existía
en otros lugares para contrarrestar la debacle del séptimo arte en cuanto a la
frecuentación de salas, de modo que se amortiguaba gran parte del golpe
producido por la bajada o mejor dicho de la caída en picado del número de
espectadores.
Pero en estos lugares ya se han dado cuenta de
que esa estrategia significaba pan para
hoy y hambre para mañana, ya que la subida continuada del precio de la
entrada perjudicaba la demanda y tan sólo beneficiaba a un selecto grupo de films.
Por ello EEUU ha aplicado una estrategia de
contención, por la que el precio medio de las
entradas ha subido un 53% en veinte años, pero en términos
reales ha permanecido estancado durante bastante tiempo, y sólo con la llegada
del 3D ha experimentado una subida mayor.
De esta manera cuesta lo mismo una entrada de
cine en España que en EEUU, siendo el nivel de vida norteamericano mucho más
elevado que el español.
En otros países como Francia esta política de
contención ha posibilitado sin duda que sobrevivan hasta el momento numerosos
cines en todo el territorio nacional, llegando el pasado año ha conseguir un
récord de venta de entradas (215,6 millones).
Por todo lo dicho anteriormente creemos que
España debería seguir el camino de los países citados más arriba, países que
por otro lado nos llevan unas cuantas décadas en cuanto a estos temas que
debatimos, y que no tienen aparentemente un
pelo de tontos, como para andar dejando de percibir beneficios con estos
modelos. De no ser así cada vez nuestro sector cinematográfico pasará a estar más
cerca de engrosar el listado de sectores en crisis en nuestro país.